FOTO 01. Hemos comenzado a excavar la segunda mitad del gran muro meridional (la parte suroriental). Se dejó en reserva por si era necesario comprobar alguna hipótesis a partir de la excavación de la mitad sur-occidental, y por razones logísticas. Ahora estamos comprobando que se repite la misma secuencia de derrumbes. Entre ambas partes de la excavación se aprecia un trozo sin excavar, como un pasillo elevado. En Arqueología se denomina ‘testigo,’ y sirve para controlar y dibujar la estratigrafía, y para facilitar el acceso a la parte alta de la muralla y al recinto interior. Eventualmente, cuando esté todo controlado, se retirará también el ‘testigo’.
FOTO 02. Hoy ha amanecido nublado e o incluso con niebla. Se ha agradecido un poco de fresco hasta las doce o así. Pero teniendo en cuenta nuestras experiencias de trepar al cerro en invierno, y la recurrencia de la niebla y nubes bajas, encajonadas desde el vecino (y muchísimo más elevado) cerro de Jarcas, confirman que los iberos (o ibero-romanos) del recinto debían pasar pero que mucho frío y humedad en invierno. Y que la visibilidad desde la altura, ya de por sí limitada en varias direcciones (sobre todo hacia el sureste, este y norte) sería casi nula. En cambio, el Cerro de la Merced es mucho más un hito desde abajo, tanto si se viene desde Cabra como desde Carcabuey. Es probable que lo tengamos que analizar así, más como un hito topográfico y escenográfico visible desde el valle, que como una atalaya para dominar visualmente el territorio. Hay que cambiar 180º el paradigma de análisis, la forma en que ‘leemos’ el cerro mismo desde el punto de vista del paisaje arqueológico.
FOTO 03. En esta foto se aprecia, a la izquierda, el molino (o mejor dicho, la parte inferior fija del molino circular) que descubrimos ayer lunes, y a la derecha, el hueco de donde salió, justo al pie de la muralla. En principio, es sumamente improbable que formara parte del muro, como pieza reutilizada, ya que no corresponde al gran zócalo ciclópeo, y tampoco es probable que formara parte del paramento superior de sillarejo, bastante regular. Tampoco está in situ, como si hubiera estado en el espacio entre el recinto interior y el exterior, todavía no excavado: estaba hincado boca abajo, falta el catillus o parte superior móvil del molino, y tampoco ha aparecido la plataforma donde habría sido asentado. De modo que dado su peso y volumen, parece como si hubiera sido arrojado desde el interior del recinto, aunque también pudo haber estado instalado en el exterior, y haber sido desplazado unos metros desde su posición original. EN tal caso, debiera aparecer el catillus y la plataforma en algún punto cercano de la zona que ahora excavamos. En todo caso, y junto con la presencia de pesas de telar, fusayolas (empleadas para el hilado), y otros elementos domésticos, parece cada vez más claro que, sea cual fuere su función primordial, el recinto del Cerro de la Merced nunca fue una ‘torre’ exclusivamente militar.
FOTO 04. El pequeño sondeo controlado por Luisa en la base del muro occidental ha confirmado que estamos en la base de la muralla, que la cimentación es nula y que el muro ciclópeo se asienta sobre pequeñas piedras, encajadas y debajo, en medio de un contexto de tierra negra muy distinta del nivel de uso ibérico. El panorama confirma plenamente la secuencia y técnica de construcción que el año pasado documentamos para la base de la cara norte del recinto.
FOTO 05. Una de las tareas más frecuentes en el campo es barrer, una y otra vez, desde la superficie de una baldosa hasta grandes extensiones de terreno, la cima entera del cerro incluso. Eso permite despejar el campo operatorio, ver las manchas de color del terreno que denuncian muros, agujeros, fosas, etc., antes de excavarlas, y permiten que no se mezclen las Unidades Estratigráficas. Es un requisito constante del trabajo de capo. Aquí Ega las está pasando canutas para barrer el sector que le ha sido