Figura 1. La fuerza de la Naturaleza es increíble. Cuando a
fines de Septiembre del año pasado concluimos la primera campaña de
excavaciones, la superficie de la cima del cerro estaba completamente limpia de
matorrales y herbáceas. Un años después, hace menos de una semana, la
vegetación había vuelto a crecer con fuerza renovada. Es como si la naturaleza
nos estuviera diciendo ‘aquí no ha pasado nada’.
Figura 2: Pero un espacio de excavación arqueológica es en
cierto modo como un campo de intervención quirúrgica. Para evitar
contaminaciones, el terreno debe estar escrupulosamente limpio, ‘barriendo el
campo, en el sentido más literal de la palabra. Además, para que los arqueólogos
puedan operar sobre el terreno, deben mantener el espacio lo más despejado
posible, evitando la acumulación de tierra y polvo que oscurezca el espacio
operatorio, tanto en los sondeos como en el entrono inmediato. Por eso, lo
primero que hemos hecho ha sido retirar toda la vegetación arbustiva que había
crecido en el año transcurrido desde la primera campaña. Esta es una vista d
ela misma zona de la cima del cerro, recién despejada para reiniciar los
trabajos. Puntualmente, y a primera hora d ela mañana, hemos recibido la visita
preceptiva del Inspector designado por la Junta de Andalucía para realizar el
seguimiento de los trabajos, D. Alejandro Ibáñez Castro, amigo ya de hace
muchos años que aparece a la derecha junto con quien esto escribe. Precisamente
hoy hemos empezado a trabajar en este muro meridional del recinto interior del
yacimiento.
Figura 3. Una excavación bien llevada exige la colaboración
de muchos especialistas bien formados. Aunque por su aspecto algo
‘asilvestrado’ en la foto pudiera parecer otra cosa, nuestro querido amigo
Diego Gaspar, en el centro, es un avezado topógrafo, cuyo concurso es
fundamental para la correcta documentación de los trabajos. A su izquierda
tenemos a Antonio Moreno, Subdirector de la excavación y veteranísimo
arqueólogo de campo. A la derecha, el Dr. Eduardo Kavanagh, que lleva el
control de uno de los sectores críticos de la excavación.
Figura 4. El “sermón de la montaña”. Tenemos por costumbre
comenzar las campañas de excavación con una pequeña explicación a quienes se
incorporan con escasa o nula experiencia previa, (algunos de los voluntarios y
peones) para que todos tengamos claro que no estamos sacando piedras
viejas ni buscando tesoros, sino
intentando entender cómo vivían allí hace mil, dos mil y tres mil años seres
humanos como nosotros, con similares alegrías y angustias, y con experiencias
vitales que sólo la Arqueología puede permitirnos vislumbrar. Al tiempo,
aprovechamos para explicar las técnicas básicas del trabajo de campo, para que
desde el principio todos los ‘nuevos’ se sientan integrados en el equipo y
cómodos ante una tarea que al principio puede intimidar un poco.