01.- Como en el resto
de España, hoy el protagonista de la excavación –con perdón de los numerosos e
interesantes hallazgos- ha sido el calor. Digan lo que digan los termómetros y
los meteorólogos, en lo alto del Cerro, a pleno sol que se refleja sobre la
piedra, hace ‘calor’, ‘mucho calor’ y ‘una jartá de caló’. Hoy ha entrado
plenamente en esa categoría y hemos tenido que tirar de carpas y sombrillas,
que otros años no hemos usado hasta bien entrado Julio. Veremos lo que los
dioses nos deparan...
02.- La escalinata de la esquina sureste, entre el recinto
exterior y el interior, se prolonga. Tiene ya un aspecto verdaderamente
monumental (dentro de un orden, claro, que no es el Foro de Trajano). Con un
cariñoso recuerdo para el amigo Rafa Hidalgo, que siempre se ríe de nosotros
los pobres protohistoriadores desde la perspectiva de la grandeza de la Villa
Adriana...
03.- Hoy se ha incorporado a la excavación, directamente
desde su trabajo como Director de la revista Desperta Ferro Antigua y medieval,
nuestro veterano colaborador y amigo Eduardo Kavanagh, que ha traído la ola de
calor. Bienvenido Edu, se te echaba de menos...
y ya sabes, mucho protector
solar, que eres de origen norteño y blanco de pieles...
04.- Vista general de la excavación del sector central,
donde ya se han retirado la mayoría de los enormes derrumbes de muros que
impedían avanzar. Ahora empieza otra fase.
05.- Ya no es sorpresa encontrar restos de actividad
productiva en el recinto. Además de la gran base (meta) de molino ibérico, completa,
que apareció hace un par de campañas, y de muchos fragmentos menores, hoy hemos
encontrado al menos la mitad de la parte superior, móvil y rotatoria, de otro
molino (catillus). Son de los mismos tipos que encontramos en el Cerro de la
Cruz de Almedinilla, y que publicamos muy recientemente en la revista Spal de
la Universidad de Sevilla, el mejor y más completo conjunto de molinos de época
ibérica hasta ahora publicado en Andalucía.
06.- En el sector de Antonio, de nuevo en una zona removida,
han aparecido en un espacio de un metro cuadrado hasta cuatro azuelas de piedra
pulimentada, prehistóricas. Si no proceden de la destrucción del nivel inferior
del yacimiento (confiemos en que no), es probable que los antiguos iberos las
encontraran en alguna tumba prehistórica de las que hay en la zona, y que las
recogieran como curiosidad, para luego emplearlas por ejemplo para alisar
cerámica u otras tareas instrumentales. No sería la primera vez que se
documenta algo así en el mundo ibérico.
07.- Los veteranos añoramos los venerables botijos, y
estamos convencidos de que eran más eficaces que las modernas garrafas-termo,
aunque sin duda eran más frágiles. Estas tienen que aprovechar cualquier
sombra, incluyendo conejeras y agujeros de excavadores furtivos, porque el
plástico no respira.
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