Hoy ha sido uno de esos días en que se
combinan la alta tecnología y los medios más tradicionales. Al
final de la jornada de ayer, dejamos limpio y barrido todo el
derrumbe del lienzo meridional del recinto interior, el mejor
conservado. A primera hora, hemos fotografiado el derrumbe, con el
fotógrafo encaramado sobre una pila de sacos de tierra colocados
sobre una carretilla, y con prisas porque el sol naciente se metía
en el objetivo de la cámara. Inmediatamente después Diego, nuestro
topógrafo, que entre tanto montaba sus antenas receptoras de GPS y
demás tecnología de la estación total, nos llenaba el corte de
pegatinas que sirven de referencia para la restitución
fotogramétrica , una técnica basada en la corrección por ordenador
de las distorsiones producidas por la fotografía vertical, y que
permite realizar planos arqueológicos con una rapidez inusitada,
aunque luego es siempre necesaria una revisión manual.
Al tiempo, la tradicional técnica de
pico, pala y palustrillo nos ha proporcionado un dato que buscábamos
ya desde el año pasado: una segunda esquina definitiva del recinto
cuadrangular, en este caso la suroriental, que añadimos a la
noroccidental excavada el año pasado. De ese modo, sabemos ya con
precisión que el muro oeste media 1901 cm. en su base, de norte a
sur. Ahora podemos proyectar un cuadrado teórico y predecir donde
estarían las otras dos esquinas del cuadrado si éste fuera
perfecto. Podemos adelantar que probablemente no lo es, con una
variación inferior al 3%.
FOTO 1. Ordenadores en el campo. Diego, a la
derecha, realiza cálculos trigonométricos en cuclillas delante de
la pantalla, mientras que Fernando analiza sobre planos las
distorsiones que plantea en los planos y dimensiones el ligerísimo
talud de los muros de perímetro del recinto fortificado. Esta
pequeña sombra nos sirve de oficina, almacén de material y, a la
hora del bocadillo, comedor.
FOTO 2. El derrumbe preparado para
fotogrametría. A continuación se ha retirado la primera capa de
piedras pequeñas, de caída relativamente reciente (arriba, junto a
la muralla), y luego la capa de tierra que cubre el derrumbe
principal, el de sillarejo originalmente asentado sobre la parte alta
del zócalo ciclópeo.
FOTO 3. En la zona occidental el muro tiene
ya un aspecto imponente, tanto como el norte que ya era visible al
principio. Pedro , un excelente trabajador que se ha incorporado
este año, y Antonia Merino, una voluntaria ya veterana que está
estudiando también la arquitectura de Torreparedones (Baena),
trabajan ampliando el sector para facilitar la vista desde un punto
más bajo de la ladera, por donde eventualmente circularán las
visitas.
FOTO 4. De izquierda a derecha, Mónica
Camacho, Laura Toro y Tamara Carvajal trabajan en uno de los puntos
críticos de estos primeros días, la localización de la esquina
sureste de la fortificación, en posición original indudable, lo que
nos permitirá abordar estudios de dimensiones, planificación
original y modulación arquitectónica más precisos. Al fondo,
Luisa y Merce toman cotas (la posición en altura sobre el nivel del
mar y profundidad relativa bajo la superficie entre los elementos del
yacimiento) con un nivel óptico.
FOTO 5.- La cima del Cerro de la Merced
desde el noreste a la hora del bocadillo. Si os fijáis, entre la
antena de la estación GPS profesional y un árbol justo a la
izquierda, se amontonan en la escasa sombra parte de los miembros del
equipo.
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